viernes, 10 de febrero de 2012

“Podemos ser felices con muchas menos cosas de las que nos quieren vender”

Jorge Consiglio:"Pequeñas Intenciones", la última novela de Jorge Consiglio, cuenta la vida de un personaje gris del conurbano. O tal vez no tan gris. En esta entrevista el escritor protege a sus personajes mínimos como defensa contra el mundo del consumo.



Por Andrés Hax
Los personajes del escritor Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962) tienen un fuerte parentesco con Meursault, el antihéroe existencialista de El extranjero, de Albert Camus. Sus vidas son ordenadas, viven en cuartos chicos y prolijos, y sus placeres nacen de la sensualidad cotidiana: ducharse, comerse un buen plato de comida o simplemente mirar cómo la luz del atardecer cambia el color de un muro de cemento. Pero al mismo tiempo, en todas sus actividades —que podrían interpretarse como banales— hay una angustia subyacente y amenazante. También existe la posibilidad de interpretar las acciones cotidianas de los personajes de Consiglio como gloriosas. En el sentido de que cualquier acto conciente frente al nihilismo y la inevitabilidad de la muerte es un acto heroico.

Este es el caso con el protagonista de Pequeñas Intenciones, la novela que acaba de publicar Consiglio, que arranca así:


“Desde que pasó lo que me pasó tuve problemas con cualquier distancia. Ahora que estamos en una habitación chiquitita, de mala muerte, es un esfuerzo para mí ir hasta las ventanas y cerrar los postigos. Tengo un andar de tres metros, y sin embargo me cuesta. Doy un paso firme con la pierna derecha y en seguida arrastro la rigidez de la izquierda.”

Aquí se detecta también una indiscutible afinidad con los personajes de Samuel Beckett, frecuentemente limitados por sus dolencias y los pequeñas cuartos que habitan (y exploran, con algo entre la neurosis autodestructiva y el ritual místico). Pero las obras de Consiglio, y Pequeñas intenciones en particular, no son derivativas. Tienen su propia voz. Son mundos propios.

En Pequeñas intenciones conocemos a un narrador que habla en primera persona y que vive en una pequeña casa en Haedo —en el conurbano bonaerense— que heredó de su padre, con un hermano deficiente mental. Ambos subsisten con una pequeña pensión que también heredaron de su padre. El protagonista hace pequeñas changas ya que “se da maña” para arreglar artefactos electrónicos. Si algún día se comen un gato del barrio, preparado con ternura y expertise gastronómica es una pequeña cosa. No es para hacer escándalo.

Pero lo que nos muestra esta novela de Consiglio, si nos dejamos llevar sin prejuicios, es que el mundo más pequeño es una especie de milagro. Y el placer más pequeño —ducharse con una manguera en el patio mirando las estrellas— también es un milagro.

Nos reunimos con Consiglio en un bar en la calle Carlos Pellegrini, cerca del bajo, para charlar sobre su vida como escritor y este último libro.

A primera lectura es un poco tétrica la novela….
Es cierto que tiene elementos sombríos, el personaje. Sin embargo yo creo que en un conjunto —esto es mi punto de vista— la novela es bastante luminosa. Y te explico por qué: este personaje es un sobreviviente absoluto. Pero absoluto. Es un tipo que genera una estrategia de supervivencia que está al margen de la estrategia oficial de la supervivencia.

Hay una forma social en la que vos te tenés que comportar: ser feliz, disfrutar, etcétera, etcétera… Pero también, hay formas alternativas. Eso es lo que me seduce del personaje.

Yo veo una intensidad de disfrute que es más poderosa cuando está en el margen… Con muchas menos cosas de las que nos quieren vender podemos llegar a ser enormemente felices, y quizás más intensamente felices que tragándonos el sapo de “¡te hace falta ahora esto!” y con ese tiempo de espera por conseguir esto vivís demorando la intensidad vital del presente.

Igual, pasan cosas en la novela que son bastante cruentas, como el episodio de comer gatos…
Pero incluso en eso cruento hay algo de belleza. Yo creo que esta extremación —no se si existe el término extremación— pero este llevar al extremo ciertos recursos se ha convertido en parte de mi ficción. Me parece que es la forma en que le escapo al realismo inmediato, a un realismo socialista que no me interesa laburar. O sea, extremando ciertos recursos…. Yo creo que trabajo una base realista y la quiebro a través de la perversión. O una perversión sexual o una perversión a través de lo cruento. De aplicar la muerte. De generar dolor.

Usted es poeta también. ¿Cómo influye eso en su prosa novelística?
Trato de prestarle atención a dos cosas, y en eso soy muy minucioso o muy obsesivo. En principio, escuchar el ritmo del texto. A tratar de prestarle atención a un ritmo interno, a un sonido, a una música de la palabra que tiene que ver con la sintaxis mínima y no con la oración. Y en segundo lugar, con trabajar con ciertas imágenes. Es decir, no solo una cuestión de mera sintaxis o elección de adjetivos, sino también una elección de qué es lo que cuento. De describir una lluvia, o describir a un personaje, o describir ciertas situaciones… Pero tengo que tener cuidado con esto. Tengo que tener cuidado de que todos estos elementos propios del lirismo no quiebren el tono y lo vuelvan demasiado afectado y rompan el verosímil.

Por último ¿me cuenta cómo elige sus títulos? Y este en particular: Pequeñas intenciones.
Me da la impresión que busco es una síntesis del texto, de un clima, de un tono… En este caso lo que pensé era que este título era el mejor retrato de ese mundo que se arma el personaje. El tipo se arma su pequeñísimo mundo y con ese mundo es autosuficiente y se permite la felicidad en un margen. Era adecuado establecer un título que quizás discuta con el sentido total del texto, pero que refleje sí un clima o una aspiración del personaje.

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