lunes, 15 de octubre de 2012

Mar de vida

El cuerpo frágil de un niño.
Simbolizando la frágilidad de la existencia humana.
El centro del Universo.

Capturar. Girar.

Tratando de pescar la vida.
Traerla a tierra. Determinarla.

Miserias o bendiciones.
Al final esto no es nada más que una ola en el lago...
 Raja Alem
¿Hacia dónde irás Europa?
Júpiter se presentó ante ti bajo la apariencia de un toro. Te engañó su fingida mansedumbre e, inocente, aceptaste montar en su lomo. Su añagaza te llevó mar adentro hasta que fue imposible regresar a la costa. 
A
hora te miras y no te reconoces. Se adivina en la extrañeza con que contemplas tu rostro reflejado en el espejo de bronce. No te gustas. Y te preguntas si fue Júpiter quien te raptó o ha sido, en realidad, un dios sediento de riquezas, quien ha reducido a cenizas tu belleza y tu futuro. Desposeída de tu inocencia y tu virtud, ultrajada por ese desconocido sin entrañas, empobrecida y encinta, ¿hacia dónde irás, Europa? 


Desaparecidos pero no olvidados
No se puede impedir que los pàjaros de la tristeza vuelen sobre tu cabeza, pero sí se puede, impedir que aniden en tu cabello.

Virgilio, Imprecaciones

Antes se hará dulce lo amargo, blando lo duro, 
los ojos verán blanco lo negro, diestro lo izquierdo, 
emigrarán a otros ajenos los átomos de los cuerpos, 
antes de que mi amor por ti salga de mis médulas. 
Aunque seas fuego, aunque agua, siempre te amaré, 
pues siempre podré acordarme de mis gozos contigo.

A mi abuela, Marina Tsvetáieva

Joven abuela, ¿quién eres?
Cuántos sucesos te llevaste,
cuántos sueños imposibles,
al insaciable seno de la tierra,
polaca de veinte años.
El día era inocente, el viento fresco.
Las sombrías estrellas morían.
Abuela, esta cruel tempestad
en mi corazón ¿no me viene de ti?

Cuéntame como vives (Cómo vas muriendo)

Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
GABRIEL CELAYA (1911-1991) - España

Marcel Proust

"... los únicos paraísos verdaderos son los paraísos perdidos" 

El profesional del suicidio (Miguel Garrido Pérez)

El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que lo había arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y, lo que es peor, sobre su magnífica 
alfombra persa."
Don Braulio lo disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?" Y lo convenció con un cheque generoso. "Aunque no lo conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera."
Pero el odioso Cortés lo contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, éste le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.

jose pablo feinmann, la yegua

Sin embargo, los seres marginados por la cultura y la jactancia de clase de los dominadores saben dónde poner sus amores. No son crédulos de los arrabales sobre los que las clases altas deban imponer su linaje y conducirlos. Son seres libres, libremente han elegido sus opciones y libremente las defenderán. Si alguien les dice “yeguas” a las mujeres por las que han decidido ser representados, dirán con simpleza, pero para siempre: –Eso sí que no se lo permito. 
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-204037-2012-09-23.html
Foto: “Yo tengo clavada en mi conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales...”. Blas Infante.

Albert Camus, Calígula

"CALÍGULA. Era difícil de encontrar.
HELICÓN. ¿Qué cosa?
CALÍGULA. Lo que yo quería.
HELICÓN. ¿Y qué querías?
CALÍGULA (Siempre con naturalidad). La luna.
HELICÓN. ¿Qué?
CALÍGULA. Sí, quería la luna.
HELICÓN. ¡Ah! (Silencio. Helicón se acerca.) ¿Para qué?
CALÍGULA. Bueno... Es una de las cosas que no tengo.
HELICÓN. Claro. ¿Y ya se arregló todo?
CALÍGULA. No, no pude conseguirla.
HELICÓN. Qué fastidio.
CALÍGULA. Sí, por eso estoy cansado. (Pausa.) ¡Helicón!
HELICÓN. Sí, Cayo.
CALÍGULA. Piensas que estoy loco.
HELICÓN. Bien sabes que nunca pienso.
CALÍGULA. Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aun más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí de pronto una necesidad de imposible. (Pausa.) Las cosas tal como son, no me parecen satisfactorias.
HELICÓN. Es una opinión bastante difundida.
CALÍGULA. Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. (Siempre con naturalidad.) El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

(...)

HELICÓN. ¿Y cuál es la verdad?
CALÍGULA (apartado, en tono neutro). Que los hombres mueren y no son felices."