viernes, 10 de febrero de 2012

El consumo suntuario hoy está en el centro de la máquina económica

Hervé Kempf, autor de "Cómo los ricos destruyen el planeta", vincula la riqueza y el modo en que se reparte, con la destrucción ambiental del planeta.

Por MAYRA LECIÑANA
Consumir es en verdad destruir. El lujo hoy es enemigo de la especie. La oligarquía mundial es la causa profunda de la crisis ambiental. La exacerbación del individualismo ha transformado la cultura colectiva. Lo dice el francés Hervé Kempf con una calma que trasluce urgencia, al presentar en Buenos Aires dos de sus libros editados recientemente: Cómo los ricos destruyen el planeta y Para salvar el planeta, salir del capitalismo.

Más periodista de investigación que líder ambientalista, más ensayista que militante, Kempf en sus textos habla con claridad y mesura, con cifras y argumentos que vinculan la actual crisis económica con la crisis del medioambiente. Y adelanta la solución: privilegiar el bien común y reducir las desigualdades, ya. Con un doble llamado: por un lado, a los ecologistas, para que reflexionen seriamente sobre lo social; por el otro, a la izquierda, para que tome conciencia de la gravedad de la crisis ecológica.

Este católico practicante nada papista, padre de cinco hijos, que escribe en el diario Le Monde, vive en un hogar sin televisor. Pero no se hizo conocido por esto, sino cuando sorpresivamente el presidente venezolano Hugo Chávez recomendó leerlo, en la Cumbre sobre cambio climático de Copenhague en 2009.

Kempf intenta un abordaje integral. Dice: Un tercio del mundo vive en villas miseria, buscando empleos inciertos con el permanente recelo ante el futuro y a menudo con el estómago vacío.

La pobreza acompaña la degradación ecológica. Los pobres viven en los lugares más contaminados.

Su hipótesis parte de la idea de que la economía mundial cruje mientras la “oligarquía capitalista” (cada vez más riqueza en manos de menos) gobierna el mundo sin ningún proyecto, con la clase política a su servicio. A esto le agrega el condimento estrella, la recuperada teoría de la rivalidad ostensible del economista decimonónico Thorstein Veblen: la necesidad de consumir más allá de las necesidades materiales para competir con los demás.

Lo hacen las clases altas, para deslumbrar a otros de su clase, y las clases bajas para sentirse ascendidas socialmente.

La propuesta: una concertación colectiva para que la cooperación le gane al afán de lucro.

¿Qué papel destina a los ricos? Uno muy importante, muchos tienen una preocupación por el bien común. Un ejemplo: Había un gran jurista tunecino, constitucionalista, que hacia 1992-1993 no estaba para nada de acuerdo con lo que el dictador Ben Alí quería imponer, entonces se retiró, dijo ‘me voy al campo yo ya no quiero formar parte de este sistema’. Y cuando se hizo la revolución este año y se buscó personas honestas que además fueran competentes, él volvió y ahora aporta sus conocimientos para elaborar la nueva Constitución. Me parece que hay mucha gente que puede ponerse al servicio de la sociedad para cambiar las cosas.

¿Qué piensa de la llamada “filosofía del decrecimiento”? Como periodista, fui uno de los que pusieron el foco ahí cuando comenzó a desarrollarse en 2002 o 2003. Fue un momento muy importante porque trajo radicalismo a la ecología política. Personalmente no me defino por el decrecimiento porque es un poco difuso, yo digo que soy un “objetor del crecimiento”. Hablo de disminuir el consumo material y también el consumo de energía; eso me parece más concreto.

¿La Argentina actual puede escuchar objeciones al crecimiento? Puedo hablar de Chile, que visité hace poco. Allí hay un índice de crecimiento muy importante, 5 ó 6 por ciento pero también tiene un índice de desempleo muy importante, que supera al por ciento. Y hay una muy desigual distribución de la riqueza y mucha destrucción del medio ambiente. Entonces, incluso en algunos países del Sur, se puede pensar en cuestionar el crecimiento porque uno de los desafíos de priorizar el bien público es la distribución de la riqueza. Cuando hablo de reducción del consumo material y del consumo de energía, claramente estoy haciendo un discurso para los norteamericanos, para los europeos, para los japoneses, porque son los principales contaminadores y creo que no tiene sentido seguir desarrollando a los países del Norte. Además, son quienes definen el modelo cultural de superconsumo (tener una 4x4, una pantalla extraplana de TV o el último modelo de cualquier cosa. El mecanismo cultural del consumo suntuario está en el centro de la máquina económica actual.

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