jueves, 26 de abril de 2012


Noticias Gráficas publicaba esta imagen el 6 de mayo de 1935 con el siguiente epígrafe: “En el Hotel de Inmigrantes se alojan por sarcástica coincidencia estos cuatro descendientes de aborígenes. Son ellos: Juan Ramírez, el cacique Truquel Saihueque, Manuel Millan Mellan y Emilio Prane, que han venido a gestionar la concesión definitiva de tierras que por decreto les otorgara el Presidente Roca en su primera presidencia. Sin que desde entonces hubieran logrado el propósito”.


http://puedecolaborar.blogspot.com.ar/2012/03/mapuches-en-buenos-aires-por-la-tierra.html

Protestas: el misterio de Espartaco


Le debemos a Salustio, Apiano y Floro las referencias a Espartaco, el esclavo que puso en jaque a la república de Roma el 72 antes de nuestra era. El episodio es conocido hoy como la III Guerra Servil y más conocida en nuestra época en su versión hollywoodense en una de romanos protagonizada por Kirk Douglas.
Espartaco nos convoca, pues nos obliga a discurrir sobre las luchas emancipadoras a través de la historia humana. Es claro que Espartaco no fue ni el primero ni el último. Sin embargo, surge la cuestión acerca de ese primer hombre, el primer Espartaco que concibió la libertad como horizonte posible. Aquel anónimo y remoto primer Espartaco “imaginó” lo que no es, como negación de un mundo que se le apareció como injusto. La cuestión fundamental radica en ese paso sutil y radical, el acto poético de imaginar “dignidades” propias de lo humano. Este acto creativo es un misterio y es la simiente de todas las revoluciones, de todos los cambios posibles. En definitiva, por qué la esclavitud se torna indigna para este primer Espartaco, en un mundo de esclavos en que el sometimiento ha sido naturalizado por los poderosos, al punto de que una mente brillante como Aristóteles no reparó en ella.
Al observar la historia, llama la atención la expansión de una cierta consciencia de la “dignidad humana”. No podemos negar que se han sufrido retrocesos, grandes recaídas; es cierto, además, que las astucias de los privilegiados se visten de nuevos ropajes para perpetuar nuevas formas de sujeción. Sin embargo, más allá de tal evidencia, persiste el misterio planteado por el primer Espartaco, la creación de nuevos horizontes de realización de lo humano. Sólo “después” de esta “creación idiolectal” es posible que otros compartan un sueño de emancipación moral, social o estética; sólo “después” irrumpen los movimientos históricos y sociales, esto es, la “dimensión sociolectal”: “Les Droits de l’Homme”, como creencia fundamental o clisé de moda.
Poco importa que un determinado sueño se haya plasmado o no en sociedades históricas, lo cierto es que cada nuevo horizonte de lo humano permanece para siempre como uno de los posibles derroteros de la historia futura. Los sueños son, inevitablemente, atemporales y, en este sentido, perennes. El misterio sigue allí, más allá de miles de crucificados, más allá de masacres inmisericordes. En cada hombre radica en potencia la posibilidad de crear esa chispa que incendie toda la pradera. Una cierta idea bien pudiera ser más peligrosa que un arma nuclear.
Así como hoy nos parece aberrante la esclavitud humana, en los siglos venideros les parecerá indigno, irracional y grotesco el modo cómo degradamos nuestro medioambiente o los principios morales que presiden nuestra vida social y política, convirtiendo en mercancía la educación, la salud, los alimentos, el agua, el sexo, la vida misma.
La idea tan elemental de que no es correcto que unos pocos se apropien del trabajo de los muchos, es el reclamo moral y político de los débiles, marginados y pobres de la tierra, sea que sean conscientes de ello o no. Para cumplir la tarea emancipadora que les está, inevitablemente, encomendada a las futuras generaciones, no hay dogmas ni recetas. En cambio, hay una exigencia moral, propender a la continuidad de la vida, donde la libertad no sea una estatua y la dignidad sea mucho más que un wishful thinking.
Le debemos pues a aquel primer Espartaco la idea, hoy lugar común, de que la esclavitud es de suyo inaceptable. Sospechamos que hay otros Espartacos soñando sueños inconcebibles en esta prehistoria humana en que habitamos, pero que serán mero sentido común para los humanos del mañana.

Álvaro Cuadra es investigador y docente en la Escuela Latinoamericana de Postrados (ELAP), Universidad ARCIS.
rebelion.org

A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DEL PINTOR ALBERTO BRUZZONE



Un artista comprometido con su época

Hoy se conmemoran cien años del nacimiento del pintor argentino Alberto Bruzzone. Nacido en la provincia de San Juan en 1907, Bruzzone formó parte del llamado realismo social rioplatense, junto a Berni, Castagnino y Spilimbergo. Su vida se repartió entre la pintura, la poesía, el tango y su pasión por la casa donde vivió los últimos treinta años, en Mar del Plata. En ese lugar su familia erigió el Museo Bruzzone, emplazado en el paraje El Grosellar, en la calle Marie Curie 6193, donde en recuerdo de su centenario se desarrollarán numerosas actividades. A fin de este mes será nombrado Ciudadano Ilustre Post Mortem; en su honor también, la plaza central del barrio El Grosellar pasará a llamarse como él y en su Casa Museo se inaugurará una retrospectiva de su obra que se complementará con documentación, fotos, cartas y otros elementos que constituían la cotidianeidad del artista en el imponente paisaje de la zona de Camet.

Con sus trabajos se hizo acreedor entre 1936 y 1960 de los premios más importantes de la plástica nacional. El último fue la Medalla de Oro en el Salón Nacional del Sesquicentenario de la Bandera. Tiempo después abandonaría por decisión propia todo lo referido a certámenes; en su opinión lo que él llamaba la “pintura-pintura” no podía ser juzgada. Luego de su retiro declaró: “La actividad competitiva, propia del deporte, no se aviene con la creatividad, esencia misma del arte. Un color, un trazo, una textura satisfactoria son para mí premios más gratificantes que lo que alguna vez alcancé y otorgué”.

Como pintor realista estuvo comprometido con los acontecimientos que ocurrieron en distintas épocas en el país. Sus obras constituyen un testimonio de denuncia y condena. Realizó trabajos dedicados a Santiago Pampillón (asesinado a fines de los sesenta), una serie consagrada a Ana Frank y donó algunos de sus cuadros al Sindicato Luz y Fuerza para que, con su posterior remate, se recaudaran fondos para la liberación de Agustín Tosco. Uno de sus anhelos era sacar la pintura del taller, de las colecciones privadas y de los museos para llevarlas al almacén, la escuela de un barrio, compartiéndola con los vecinos. Su último deseo fue cumplido por su familia cuando, después de su muerte, se transformó la casa que habitaban en un museo donde sus pertenencias y obras conviven con otras obras de artistas contemporáneos, talleres y conciertos.

Alberto Bruzzone falleció el 14 de julio de 1994, a los 87 años. Acaso en un modo de anticiparse a ese final, subrayó poco tiempo antes: “La pintura supone emprender un camino duro y cuesta arriba que no conduce a ninguna parte. La muerte sorprende al pintor en esa marcha y es entonces cuando su obra ha de situarse en la historia o pasa al olvido”.

Informe: Suyay Benedetti


"un Maestro ... y muchos amorosos recuerdos de una persona ligada a su vida y a la mía"

matsuo basho, haikus



nadie que vaya
por este camino
crepúsculo de otoño
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en el agua hay una sombra
es alguien que va de viaje
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viniendo por el sendero de la montaña
qué será... tan hermoso…
unas violetas


(1644-1694)

La golondrina y el colibrí



  Por Juan Forn
Cuenta Petronio que en la Roma de Nerón había un esclavo que daba tan buenos consejos de negocios a su amo que éste decidió premiarlo con la libertad. El liberto, llamado Trimalción, siguió haciendo buenos negocios por las suyas y se enriqueció de tal manera que lo celebró con un banquete al cual invitó a todos los amigos de su viejo amo ya muerto. La mitad no lo conocía, pero acudió igual. El banquete fue fastuoso, orgiástico, incluso para los parámetros de la Roma de Nerón. A lo largo de la noche los invitados fueron dando rienda suelta a su envidia hasta terminar destrozando todo y prendiéndole fuego la casa. Entre las ruinas se encontró el cuerpo exánime de Trimalción.

Saltemos ahora diecinueve siglos, hasta el año 1922. James Joyce acaba de publicar su Ulises, nadie habla de otro libro: para algunos resume veinte siglos de cultura occidental, para otros los dinamita. En la Riviera francesa, Francis Scott Fitzgerald tiene un ejemplar del Ulises sobre su escritorio, pero carece de tiempo o de paciencia para leerlo: él mismo está terminando una novela que aspira que sea, para América, lo que era el Ulises para Europa, su celebración y su derrumbe. La novela es, por supuesto, El gran Gatsby. Pero Fitzgerald le anuncia por carta a su editor que quiere llamarla Trimalción. La historia es conocida: Maxwell Perkins, el editor de Fitzgerald, famoso por su paciencia y delicadeza de santo (y por haberse leído todos los libros del mundo), fue convenciendo carta a carta al volátil Fitzgerald de cambiarle el título y de hacer, además, ciertos toques en la novela que, según la leyenda, la convirtieron en la obra maestra que es. El mito tiene su razón de ser: Fitzgerald era el anti-Joyce, era suicida autocompararse con él. Donde uno craneaba cada línea de su texto “para dejar a los críticos discutiendo durante cien años”, el otro escribía sin darse cuenta casi de la resonancia de lo que contaba. Fizgerald no pensaba, su gracia era la del colibrí: su propio vuelo (eso decía Hemingway: “No sabe adónde va, no sabe cómo vuela, no sabe cuándo es tiempo de migrar, pero nadie vuela como él”). El propio Fitzgerald lo reconocía: alguien tenía que pensar por él. Maxwell Perkins lo hizo y, gracias a él, el Gatsby es tal como lo conocemos.

Pero la fama del Gatsby, y el mito alrededor de él, fue creciendo tanto con los años que finalmente, en la edición Cambridge de las obras completas de Fitzgerald, se publicó el Trimalción, tal como era antes de que Scott lo convirtiese en el Gatsby. Juan Boido lleva años queriendo traducirlo, y tiene toda la razón, entre otros motivos porque todas las traducciones al castellano que hay del Gatsby son tan malas que estamos en una situación única para que el Trimalción nos parta la cabeza. Y que después aparezca una buena traducción del Gatsby y que recién ahí el círculo se cierre. Déjenme explicarles por qué.

Jay Gatsby, como todos sabemos, irrumpe de la nada y conquista durante un verano a la sociedad neoyorquina de los Años de la Prohibición, con sus fastuosas fiestas en fastuosa mansión a orillas del Hudson. Todo lo hace para conquistar a una mujer casada que es el amor de su vida, Daisy Buchanan, pero eso nadie lo sabe, así como no se sabe nada de Gatsby, de dónde vino, cómo hizo su fortuna, qué hará a continuación. Cuando terminan esas fiestas, puede verse a Gatsby solo en su terraza, contemplando la luz verde que titila al otro lado de la bahía, en el amarradero de la mansión donde vive Daisy con su marido. El único que ve esa escena es un joven sin dinero que alquila una cabaña pegada a los jardines de Gatsby y que es primo de Daisy. El es el que propicia el encuentro entre Daisy y Gatsby, el testigo de su pasión clandestina, el que nos cuenta la novela que, como todos saben, termina con el cadáver de Gatsby flotando boca abajo en su pileta y su mansión abandonada y cubierta de pintadas insultantes, mientras Daisy parte a Europa con su marido polista y millonario.

No sé a ustedes, pero lo que a mí me enganchó para siempre del Gatsby desde la primera vez que lo leí es ese tránsito de la curiosidad a la fascinación al asco por los ricos que experimenta y nos hace experimentar Nick Carraway, el primo de provincia de Daisy, el vecino pobre de Gatsby, el sapo de otro pozo entre los ricos y famosos de Nueva York, el tipo común y corriente por excelencia: el hombre invisible, el confidente perfecto, el custodio único, en el final del libro, de un secreto que a ninguno de los demás personajes le interesa ya: por qué murió Jay Gatsby. Los fanáticos del libro a lo largo de los años, cuando están en confianza, confiesan que lo único que quizá le falte al Gatsby es un poco de Gatsby, pero siempre se ha dado por sentado que eso era un mérito del libro, que llevaba a releerlo una y otra vez. Doy fe: a pesar de la insistencia de Boido, tardé años en leer el Trimalción. Prefería releer el Gatsby, confiar en Maxwell Perkins, ¿para qué leer una versión imperfecta de un libro perfecto? Cómo me equivocaba.

Dice la leyenda que Perkins creía que era un defecto que a lo largo del libro no se supiera nada del pasado de Gatsby salvo las habladurías sobre él (“¡Dicen que mató un hombre! ¡Dicen que se hizo rico vendiendo armas! ¡Dicen que fue espía alemán! ¡Dicen que hizo un acueducto desde Canadá para contrabandear alcohol!”) y que convenció a Fitzgerald de que fuera dosificando información a lo largo del relato. Dice la leyenda que Fitzgerald, de una sentada, fue agregando pinceladas de cinco o diez líneas a lo largo del relato y mandó el libro de vuelta, mágicamente terminado. No es cierto: lo que hizo Fitzgerald fue romper y diseminar a lo largo del libro un monólogo excepcional de Trimalción, en el que Gatsby le cuenta a Nick su pasado, en una noche insomne, cuando todavía ignora que ya ha perdido a Daisy y que en pocas horas más perderá también la vida. El efecto de ese monólogo es monumental: puesto todo junto, en ese momento culminante, es infinitamente más poderoso que desperdigado en dosis homeopáticas, y aligeradas de lirismo, a lo largo del libro. Parece que dijera el doble, y de hecho lo hace, porque lo dice en el momento en que más ávidos estamos por saber y más abiertos estamos a que nos noqueen: el efecto es tan asombroso que terminé comparando línea por línea mis ediciones de Gatsby y de Trimalción y me asombró el doble cuando descubrí que eran casi las mismas palabras, sólo que dispersas se diluían.

Todo libro esconde su secreto. Era cierta la añoranza de los fanáticos fitzgeraldianos: falta un poco de Gatsby en el Gatsby. Pero eso que falta está en el Trimalción. Fitzgerald necesitó toda la vida que alguien pensara por él, pero esa vez tenía razón: deforme, desequilibrada, su criatura era doblemente bella. Lástima que Maxwell Perkins prefiriera una golondrina a un colibrí. Lástima que Fitzgerald creyera más en él que en sí mismo.

miércoles, 25 de abril de 2012

En EE.UU. se están llevando a cabo manifestaciones contra los estereotipos por raza y vestimenta, a raíz del asesinato del adolescente negro que así vestía al momento de su muerte. Trayvon Martin, el joven que desarmado fue abatido de un tiro bajo el argumento de "defensa propia" en Florida, se ha convertido en un asunto de interés nacional en Estados Unidos. Y ha llegado a boca del presidente.


http://www.bbc.co.uk/mundo/
Sostiene, Tabucchi
"La vida es ilusión, pero también es libro y escritura. Sin embargo, mi vida está hecha principalmente por las personas que encontré, las opciones que preferí y los hijos que hice. Los libros son parte importante de mi vida, pero recuerde, no son la vida. La vida es ilusión. Ilusiones que, quien las pierda, hombre incierto será, como el de hoy, como el de ayer. Cuidado con eso, hay que evitar siempre perder las ilusiones”. 


el escritor y traductor enamorado de la obra de Pessoa partió hoy ...

¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
J.L.Borges
 — con Leonora Carrington.


Miguel Hernández, 70 años sin el poeta del pueblo

Tal día como hoy en 1942, el poeta murió enfermo en una cárcel de Alicante condenado por el franquismo

ALEJANDRO TORRÚS MADRID 28/03/20

Tal día como hoy hace 70 años murió Miguel Hernández en la enfermería de una cárcel de Alicante. Preso y condenado por el franquismo por su declarada simpatía hacia la República, el poeta del pueblo, como era conocido, no superó una bronquitis mezclada con tifus y tuberculosis.
A día de hoy, 70 años después de su muerte, la obra del poeta está encerrada en la caja fuerte de un banco español después de que el Ayuntamiento de Elche, gobernado por el Partido Popular, decidiera romper de manera unilateral el convenio que unía el legado del poeta a la ciudad. El consistorio ilicitano alegó que era demasiado caro para mantener el convenio. Por su parte, los herederos reclamaron que fue una decisión política y no económica y denunciaron al consistorio ante la Justicia. “A Miguel Hernández, la derecha lo mató una vez y, ahora, lo ha vuelto a matar", señala Lucía Izquierdo, nuera del poeta.
“Es el aniversario más triste que me podía imaginar. No concibo que 70 años después de la muerte, su obra no esté al alcance de todos. En días como hoy, pienso en todo el sacrificio de su nuera y del resto de la familia para que la obra de Miguel esté al alcance de todos. Con la llegada del Partido Popular al Ayuntamiento hemos retrocedido 40 años”, apunta Izquierdo.
El poeta pastor, como es conocido en su Orihuela natal por su profesión, murió a los 31 años de edad. Tiempo suficiente para convertirse en uno de los poetas más grandes de la literatura hispana del siglo XX y para componer uno de los poemas más famosos de nuestros tiempos:Nanas de la cebolla. Esta pieza surgió cuando estando encarcelado por el régimen franquista recibió una carta de su esposa Josefina Manresa donde le decía que tan sólo tenía pan y cebolla para alimentar a su hijo.

Pablo Neruda, premio Nobel de literatura en 1971 y amigo del poeta, escribió tras su muerte: “Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor”. Sin embargo, el recuerdo a su vida, su obra y su muerte sigue generando fantasmas aun 37 años después de la caída del régimen franquista. "Miguel Hernández es inmortal y la derecha ya no lo puede callar", sentencia Izquierdo. 
25 afiches con un grito artístico por la Reserva Natural de nuestro Puerto Bajo la curaduría de los diseñadores gráficos Sael y Belen García, 25 artistas argentinos participaron de una cruzada artística para reclamar por la preservación de la Reserva Natural del Puerto de Mar del Plata. http://90mas10.com/diseno/ilustracion/25-afiches-con-un-grito-artistico-_673.html