viernes, 10 de febrero de 2012

La forma hace al monstruo

Por: Javier Sampedro | 12 de diciembre de 2011
Ahora la tenemos tomada con las agencias de calificación, pero cada época inventa sus depredadores: la conspiración judeomasónica en la Arcadia franquista, la administración de justicia en la Inglaterra dickensiana, el recaudador feudal, el emperador Nerón, el tiranosaurio rex.

El precursor de todos ellos fue el Anomalocaris de la imagen de ahí arriba -tomada de su última aparición en la revista Nature-, una fiera corrupia de pomposas fauces, nadar aparatoso, mirada torva y con más dientes que el caballo de Gargamel. Fue la primera cosa con un metro de eslora que inventó la evolución, y terror de trilobites a juzgar por las muchas cáscaras de estos que dejó en sus deposiciones.

Si esa especie de trompas que le salen al morlaco por mitad de la frontal le han parecido al lector un par de langostinos, ningún experto podrá reprochárselo. Eso es justo lo que pensó su descubridor, el famoso paleontólogo norteamericano Richard Walcott. Se encontró una trompa suelta en 1928 y la clasificó como un fósil del primer crustáceo del planeta. La verdad es que se parece un montón a una gamba. La siguiente imagen es mi propia versión, admitidamente naïf, de la trompa del Anomalocaris


Y no, no es que yo tenga la paciencia del santo Job. Para hacer eso basta dibujar uno de los segmentos, por ejemplo el más grande de arriba, o el más pequeño de abajo, o cualquier otro que te vaya bien. El resto es puro control C control V, porque todos los segmentos tienen exactamente la misma forma, y solo difieren en el tamaño y en el ángulo de rotación. Esta es la marca de fábrica de una de las curvas más notables de cuantas ha descubierto la geometría: la espiral logarítmica, que aparece con aún menos disimulo en la siguiente imagen:
Los humanos necesitamos 5.000 años de investigación matemática para inventar la espiral logarítmica, pero la evolución tardó muy poco en descubrirla. Anomalocaris es uno de los personajes estelares de la llamada explosión cámbrica, la aparición relativamente súbita (en términos geológicos) de todos los grandes grupos animales que pueblan la Tierra desde entonces, como los anélidos (lombrices segmentadas), los artrópodos (insectos, arañas, crustáceos), los moluscos (lapas, mejillones), los equinodermos (erizos y estrellas de mar) y los cordados a los que pertenece el amable lector.

Esa explosión de creatividad biológica ocurrió hace unos 540 millones de años, al inicio del periodo cámbrico, y después de 3.000 millones de años de aburrimiento en que el registro fósil solo muestra evidencias de microbios unicelulares. La explosión cámbrica fue la invención de la geometría: de las formas en que las células individuales pueden organizarse en una sociedad coherente y autoconsistente.

Una de las espirales logarítmicas más famosas es la concha del nautilus. Como circulan por la web algunas opiniones escépticas sobre este hecho, decidí ayer comprobarlo por mí mismo y, como puede verse en la siguiente figura, el ajuste de la concha a la curva es casi perfecto:

También nuestro sistema musical consiste en una espiral logarítmica. En esta imagen, los radios representan la frecuencia acústica de las 12 notas de la escala, de un do al siguiente do:
No deja de ser curioso que la cóclea del oído sea también una espiral logarítmica, pero eso es otro cantar. Pórtense bien los lectores y hasta la próxima.

http://blogs.elpais.com/simetrias/2011/12/la-forma-hace-al-monstruo.html

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