miércoles, 2 de enero de 2008


Llamaron a embarcar el vuelo Marrakech-Barcelona y, entre el bochinche de la gente agrupándose frente a la puerta, te ví.
Los ojos grandes, enormes. ¿Tendrás dos años? Tus dos hermanos más pequeños lloraban, una en brazos de tu madre y otro aferrándose a su chilaba. Tu padre intentaba apurar el trámite, se lo veía seguro frente a todos ustedes que parecían querer estar muy lejos de ahí. ¿Dónde te hubiera gustado estar, pequeño? ¿En tu pueblo marroquí, lleno de tíos, abuelos, primos? ¿En tu pueblo marroquí, con sus olores, colores y voces conocidas? Yo adiviné que sí. Que te asustaba este lugar tan grande. Y hasta esta extranjera que te miró y te dijo guapo, guapo.
Pensé que te estaban cortando las raíces. Y mi deseo para el 2008 es que te puedan crecer alas.

Te vi en la salida del aeropuerto, ya en Barcelona, tu hermana dormida atada a la espalda de tu madre, tu hermano también dormido. Y vos de la mano de tu padre, los ojos grandes, enormes. Volví a desear que te puedan crecer alas.