sábado, 24 de marzo de 2012
Antonio Machado, 73 años después
“Me encontraréis a bordo ligero de equipaje
casi desnudo, como los hijos de la mar”.
Así lo hallaron hace 73 años. Había cumplido 64. Se le enterró en el cementerio viejo de Cotlliure, cerca del pequeño hotel donde estaba alojado con su madre. Allí siguen sus restos, allí deben seguir siempre.
Costó convencerle para que se trasladara a Valencia tres años antes. García Lorca había sido asesinado en agosto de 1936. El poema que escribiera en su honor fue, es imborrable. En la ciudad del Turia, la misma donde de nuevo reina la indignación y la rebeldía, vivió hasta abril de 1938. Despues, durante 11 meses, en Barcelona.
El autor de “Proverbios y cantares” abandonó la ciudad de Joan Salvat-Papasseit y López Raimundo el 22 de enero de 1939, cinco días antes de la entrada de las tropas del fascio español con apoyo entusiasta del fascismo catalán y del empresariado de orden. Ese mismo día -cuatro meses antes del fusilamiento, reo de “rebelión militar”, del obrero cenetista José Arnal Cerezuelo-, Machado cruzó la frontera por Cervera de Marenda.
Pudo llegar a París. No quiso. Bajó del tren de una línea local dos paradas más tarde. En Cotlliure, un símbolo imperecedero de la legalidad republicana, de la honestidad democrático-socialista de tantos y tantos combatientes que entregaron su vida en la defensa de la República, la democracia real y el socialismo. Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros.
Xavier Febrés, en un magnífico y sentido artículo [1], ha comentado que el autor de Campos de Castilla apenas salió del modestísimo hotel Bougnol-Quintana durante los 26 días que transcurrieron entre su llegada al pequeño pueblo mediterráneo y su fallecimiento (¿de pena, de rabia, de desolación?). Un mediodía, con sol favorable, paseó con su hermano hasta la playa, muy cercana al hotel y al cementerio donde está enterrado. Tras su muerte, su hermano encontró un verso, el único que escribió durante sus días de exilio, en el bolsillo de su abrigo: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
Ciudadanas y ciudadanos catalanes, españoles, ciudadanos democrático-republicanos de todos los rincones del planeta le siguen, le seguimos rindiendo homenaje. Es imposible no ver flores recientes en su tumba y son muchos los jóvenes y no tan jóvenes que le homenajean recitando emocionados su imborrable “Retrato”, autorretrato de un hombre bueno:
“Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago”.
Vindicar la III República democrática, pensar en la II República, es también recordar la huella inconmensurable de aquel socialista-comunista con convicciones firmes que no dogmáticas hasta el final de sus días:
“Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Salvador López Arnal - Rebelión
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