Júpiter se presentó ante ti bajo la apariencia de un toro. Te engañó su fingida mansedumbre e, inocente, aceptaste montar en su lomo. Su añagaza te llevó mar adentro hasta que fue imposible regresar a la costa.
A
hora te miras y no te reconoces. Se adivina en la extrañeza con que contemplas tu rostro reflejado en el espejo de bronce. No te gustas. Y te preguntas si fue Júpiter quien te raptó o ha sido, en realidad, un dios sediento de riquezas, quien ha reducido a cenizas tu belleza y tu futuro. Desposeída de tu inocencia y tu virtud, ultrajada por ese desconocido sin entrañas, empobrecida y encinta, ¿hacia dónde irás, Europa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario