martes, 10 de julio de 2012

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¿Qué hacés con tus recuerdos?

Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: «Excursión a Quilmes», o: «Frank Sinatra».
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejanlos recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones.» Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
J.Cortázar

A dormir- Georgy Lipskerov, Praga 1945

Foto: A dormir-
Georgy Lipskerov 
Prague, 1945
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El mar

Antes que el sueño (o el terror) 
tejiera mitologias y cosmogonias, 
antes que el tiempo se acuñara en dias, 
el mar, el siempre mar,ya estaba y era. 
¿Quién es el mar, quien es aquel violento y antiguo ser
que roe los pilares de la tierra
y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento? 
Quien lo mira lo ve por vez primera , siempre. 
Con el asombro que las cosas elementales dejan, 
las hermosas tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quien soy? 
Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía. 

 J.L.Borges

“El problema actual no es la avaricia, es la rapacidad”, afirma Costa-Gavras

El cineasta cierra una retrospectiva de su obra en la Filmoteca de Cataluña

Costa-Gavras visita la Filmoteca de Catalunya del Raval. / MARCEL·LÍ SAÈNZ
Momento oportunísimo el de esta Europa en crisis para escuchar a Costa-Gavras, el gran cineasta de lo político, que además, para rematar el interés, es de origen griego. Añadan que su nuevo filme, en posproducción, se titula Le capital  y es “la historia, centrada en un hombre, de lo que ha devenido la nueva religión: el dinero”.
El director de Desaparecido, de Amén, de Z, de La caja de música,habló ayer de crisis y de cine, mucho más de lo primero, poco antes de presentar en la nueva Filmoteca de Cataluña  (que le pareció “impresionante”) su último filme estrenado, Eden a l’Ouest , cuyo pase cerró una completa retrospectiva de su obra.
Costa-Gavras (nacido Konstantinos Gavras en Loutra Iraias, en Arcadia, en el Peloponeso, en 1933) muestra muy buen aspecto, con un aire incluso de galán a lo Yves Montand (al que por cierto dirigió en filmes como Estado de sitio y La confesión). Preguntado así a bote pronto sobre si se siente indignado y qué es lo que le indigna, respondió: “Me indigna el hecho de que los dirigentes elegidos no dirigen los Estados, sino que los dirigen los bancos, los accionistas que hay detrás, de los que se habla muy poco, y los especuladores”. Deploró que en esta Europa “no haya una visión política y filosófica”, sino que se haya convertido en “un supermercado”.
En cuanto a la situación de Grecia, consideró: “Es trágica. El pueblo griego sufre enormemente. De las elecciones solo podemos esperar que surja algo muy negativo, dado el desacuerdo total de los dos grandes partidos.No sé si saben que los jóvenes griegos se están marchando masivamente, sobre todo los cuadros, arquitectos, ingenieros, abogados. Así el país se empobrece doblemente”.
Consideró que “hay una responsabilidad de los políticos griegos, posiblemente el pueblo griego tiene también una cierta responsabilidad, pero Europa es la gran responsable por haber dejado que la deuda griega creciera de esa manera. ¿Qué hacía Alemania vendiendo submarinos a un pequeño país como Grecia cuando sabía que no iba a poder pagarlos? Todo el mundo estaba contento de vender sus productos a Grecia y al final Grecia no puede pagar, voilà”.
La ultraderecha no parece preocuparle especialmente. “No está solo en Grecia -aunque ha aumentado hasta el 7 % cuando en el resto de Europa está entre el 2 % y el 4 %- sino en todas partes. Son los bárbaros de cada país. Pero no son el problema número uno”.
¿Es la avaricia la causa principal de esta crisis?, se le preguntó. “No, el problema actual no es la avaricia, es la rapacidad”.
Dijo que ha pasado dos años y medio leyendo libros de economía para su nueva película y le ha resultado “tragicómico” descubrir “que toda la gente rica se manifiesta insatisfecha con lo que tiene y aspira a tener un tercio más”.
¿Observa alguna solución a la crisis? “Los cineastas no tenemos soluciones, no es nuestro papel, las soluciones tienen que venir de la gente a la que votamos, que para eso están. Los cineastas tenemos en todo caso que hacer preguntas, las justas”. ¿Y cómo devolver la dignidad a la política? “Tratando de elegir bien a la gente. No todos los políticos son corruptos, aunque muchos son débiles, una debilidad que proviene de pensar más que en otra cosa en hacerse elegir”.
No es optimista. Hablando de la extensión y estatalización de la tortura, una práctica que ha denunciado en sus filmes, observó que la democracia “existe cada vez menos, estamos dirigidos por los grandes grupos financieros; probablemente nos encontramos ante el fin de una civilización”.
A propósito de Eden a l’Ouest, que trata del drama de los inmigrantes en Europa, subrayó que estos son un elemento positivo y que actualmente 25 millones de franceses son descendientes de ellos en primera o segunda generación. “Hay que tratar a los inmigrantes de manera humana y no como enemigos”.
¿Habría querido hacer Costa-Gavras películas de otros géneros? “Nunca he dicho que mis películas sean políticas. Hago películas sobre nuestra sociedad, sobre lo que veo. Somos contadores de historias en imágenes. En realidad todo es política, lo son las películas de Esther Williams, que a mí me hicieron creer que todo el mundo en EE UU vivía en casas con moqueta y piscina, o las de Schwarzenegger, que hacen creer que se pueden ganar todas las guerras con músculos”.
Costa -Gavras tuvo un recuerdo para el desaparecido Jorge Semprún, su amigo. “Él sabía lo que había que decir y probablemente lo que había que hacer”.

Las rosas - V -

Abandono rodeado de abandono,
ternura contra ternuras…
Es tu interior el que, sin cesar,
parece que se acaricia;
se acaricia en sí mismo,
por su propio reflejo iluminado.
Así inventas el tema
del Narciso que alcanza su deseo.
Rainer María Rilke

domingo, 8 de julio de 2012

Pregúntale al oráculo: la solución de los antiguos griegos a la crisis económica

 

Grecia sigue sumida en un dilema digno de sus más grandes pensadores de todos los tiempos.
Este fin de semana, sus ciudadanos están llamados a votar de nuevo. Eso después de que un fragmentado resultado electoral, el mes pasado, hiciera imposible para ninguno de los partidos conformar una alianza de gobierno.
El descontento quedó expresado en las urnas. Pero el resultado no marcó una senda clara.
¿Le devolverán ahora la confianza a un partido tradicional, casado con la austeridad que impuso el paquete de ayuda financiera, o decidirán apostar por una de las opciones más extremas, inclinadas a hacer caída y mesa limpia?
¿Respaldarán el euro o pedirán el regreso del drachma? Más que la escogencia de un presidente, se trata de elegir un camino para enfrentar sus problemas financieros.
¿Qué consejo le darían los antiguos griegos a sus compatriotas modernos para superar sus problemas financieros? Es la pregunta que responde Armand D'Angour, profesor de la universidad de Oxford y autor del libro "Los griegos y lo nuevo: novedad en la imaginación de la antigua Grecia", en el siguiente artículo.

1. Deuda, división y revuelta. A continuación las noticias del siglo VI, en directo desde Atenas

¿Un email del pasado? No, un griego con una tableta de escribir en el siglo V a.C. "Nada es nuevo"...
A principios del siglo VI a.C., Atenas estaba agobiada por las deudas, la división social y la desigualdad, al punto de que campesinos pobres estaban dispuestos a venderse como esclavos para alimentar a sus familias.
La revolución era inminente, pero el aristócrata Solón emergió como un mediador entre ricos y pobres. Abolió la esclavitud por deudas, limitó la propiedad de la tierra y dividió el cuerpo social entre clases con diferentes niveles de riqueza, a cada una de las cuales asignó obligaciones financieras.
Aunque fueron atacadas desde todos los frentes, las medidas se adoptaron y allanaron el camino para la eventual creación de la democracia.
El éxito de Solón demuestra que los grandes estadistas deben tener el coraje de implementar soluciones impopulares por en nombre de la justicia y la estabilidad.

2. ¿Qué va a pasar? El Oráculo de Delfos

La antigua Delfos era la sede del oráculo de Apolo, que se creía insipirado por el dios para decir verdades. Sus aseveraciones, sin embargo, eran inintelegibles y tenían que ser interpretadas por sacerdotes, quienes generalmente las convertían en profecías ambiguas.
"Escuchar al oráculo (de Delfos) debe haber sido parecido a prestar oído a los economistas modernos. Al menos el oráculo tenía la excusa de haber inhalado los vapores de hojas de laurel ahumadas"
¿Cómo enfrentarían los dioses del Olimpo al Fondo Monetario Internacional y los mercados de bonos?
En respuesta a la pregunta de -pongamos- "¿debe Grecia abandonar el euro?", el oráculo podría haber respondido: "Grecia debería abandonar el euro si el euro ha abandonado a Grecia".
Esto hubiera desatado, sin duda, una pelea entre simpatizantes y detractores de la medida sobre lo que querían decir tales palabras. Escuchar al oráculo debe haber sido parecido a prestar oído a los economistas modernos. Al menos el oráculo tenía la excusa de haber inhalado los vapores de hojas de laurel ahumadas.
Consejos más sabios se habrían encontrado en las frases escritas en el templo de Apolo en Delfos, que llamaban a la moderación y el auto conocimiento: "Conócete a ti mismo. Nada en exceso", dicen.

3. Nada nuevo bajo el sol: Pitágoras, el sabio.

Si los griegos hoy se sienten apabullados por los problemas financieros, podrían encontrar algo de alivio en las palabras de ayer de Pitágoras, en el sentido de que "todo regresa al mismo punto, nada es completamente nuevo".
El oráculo de Delfos parecía saber una cosa o dos de economía moderna.
Pitágoras de Samos era un místico del siglo VI a.C. que creía que los números estaban detrás de todo en el universo, y que los eventos cósmicos se repiten en forma idéntica en un ciclo de 10.800 años.
Su doctrina fue recogida por el autor del Eclesiastés bíblico en el siglo III a.C., en el que la frase "no hay nada nuevo bajo el sol" se repite más de 20 veces.
La imagen en la vasija del año 470 a.C. que ilustra esta nota, en la que un joven aparece con una "laptop" (no es un montaje: se trata en realidad de una tableta para escribir) parece probar la hipótesis.

4. Podría ser peor...Odiseo y el aguante

"Aguanta, corazón, tú has soportado peores sufrimientos", se exhorta Odiseo a sí mismo en "La Odisea", de Homero, que data del siglo VIII a.C.
Después de haber batallado los elementos hostiles y los aterradores monstruos en su regreso a casa, a través del mar, y hacia los brazos de su esposa Penélope en su amada Ítaca, Odiseo trata de no arriesgar la posibilidad de lograr el éxito final por culpa de la impaciencia.
El mensaje es que, sin importar las circunstancias, uno debe reconocer que las cosas pueden ser, y han sido, peores. La Humanidad ha enfrentado y superado desafíos más difíciles, con inteligencia y fortaleza.

5. ¿Estás seguro? La pesquisa incansable de Sócrates

"Una vida no examinada no merece la pena ser vivida", dijo Sócrates.
Odiseo advierte: podría ser peor...
A través de un profundo examen de la gente corriente, el filósofo buscaba llegarle al corazón de preguntas complejas como "¿qué es la justicia?" y "¿cómo debemos vivir?" Con frecuencia no obtenía ninguna respuesta clara, pero Sócrates insistía en que siguiéramos haciendo preguntas.
Los atenienses se sintieron tan ofendidos por el escrutinio socrático de sus convicciones morales y políticas que votaron en favor de ejecutarlo en el año 339 a.C., con lo cual lo convirtieron en un mártir eterno de libre pensamiento y la pesquisa moral.
Sócrates le heredó a la Humanidad el deber de seguir pensando con integridad incansable, aún cuando -o particularmente cuando- es poco probable que se obtengan respuestas definitivas.

6. ¿Cómo fue que esos payasos terminaron estando a cargo? Aristófanes, el comediante.

El más inventivo de comediógrafos, Aristófanes, no tenía ningún reparo en mofarse de los políticos atenienses de todos los tamaños y colores. También fue el primero en acuñar una palabra para "innovación".
Su comedia "Las ranas", del año 405 a.C., que incluía la primera representación de una guerra aérea, contiene un consejo sentido y directo para sus inconstantes conciudadanos: escojan buenos líderes, o se quedarán "clavados" con los malos.

7. ¿Deberíamos hacer lo mismo que la última vez? Heráclito, el pensador.

"Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río", es una de las frases de Heráclito, acuñada a principios del siglo V a.C. Con ello quería decir que el flujo continuo de agua hace que el río sea diferente cada vez que uno se baña en él.
"(Como nos enseña Arquímedes) Encontrar la solución a un problema gordo requiere pensar mucho. Pero la respuesta frecuentemente aparece cuando uno está "desconectado"...y toma un baño"
Un discípulo avispado apuntó que "en ese caso, uno no puede bañarse en el mismo río una vez", pues si todo está en constante flujo, también lo está la identidad del individuo que mete el pie en el agua.
Mientras que el cambio es constante, diferentes cosas cambian a velocidades diferentes. En un ambiente de incesante transformación, es importante identificar elementos de estabilidad y aferrarse a ellos.
El mundo de los mercados de bono, deuda y rescates debe identificarse con este desafío.

8. Dígame lo peor, doctor. Hipócrates enfrenta los hechos.

Las bases de la medicina occidental se remontan a Hipócrates, del siglo V a.C., y los médicos todavía pronuncian el "juramento hipocrático". Un amplio conjunto de antiguas observaciones médicas detalla el progreso de los pacientes al ser tratados con remedios como dieta y ejercicio.
Lo que es excepcional en el pensamiento antiguo acerca de la salud y la enfermedad es la clarividencia en el reconocimiento de que los doctores deben hacer observaciones precisas y guardar registros escrupulosos, aún cuando los pacientes mueran en el proceso.
La cura no se produce mágicamente, ni a fuerza de sólo desearla. Únicamente la observación honesta, exhaustiva y empírica puede aspirar a revelar lo que funciona y lo que no.

9. Aprovechar la oportunidad. Clístenes y la democracia

Los antiguos griegos estaban muy conscientes del poder de la oportunidad o "kairos", como se dice en griego. Saber aprovechar la ocasión -en oratoria, atletismo o en batalla- era admirado y considerado como una habilidad.
"Mártir del libre pensamiento": la estatua de Sócrates frente al Banco de Grecia.
En muchos casos, la innovación temporal, nacida en el momento, se convertirá en algo más duradero, en especial si innovadores subisiguientes construyen sobre sus bases.
Cuando los tiranos de Atenas fueron depuestos al final del siglo VI a.C., el líder Clístenes tuvo en sus manos la tarea de crear una constitución que acabara con las estructuras y las alianzas de poder existentes.
Clístenes concibió con una rapidez sorprendente un sistema de gobierno electivo, en el que todos los ciudadanos (la palabra "demos" en griego significa "el pueblo") tenían un solo voto, el primer principio de la democracia.

10. A problema grande, baño largo: Arquímedes el inventor.

Cuando se le pidió que determinara si una corona estaba hecha de oro puro, el griego siciliano Arquímedes (siglo III a.C.) se rompió la cabeza en busca de una respuesta.
Cuenta la historia que un día, cuando tomaba un baño, se fijó en cómo subía el nivel de agua cuando su cuerpo se introducía en la bañera. Entonces se le ocurrió que la densidad relativa de un objeto se podía medir con la observación del agua desplazada: el oro desplazaría menos líquido que un material menos denso.
Estaba tan contento con el descubrimiento que saltó de la bañera y corrió desnudo por Siracusa gritando "¡Eureka!", la expresión griega para "¡Lo tengo!".
Encontrar la solución a un problema gordo requiere pensar mucho. Pero la respuesta frecuentemente aparece cuando uno está "desconectado"...y toma un baño.

¿Dónde?

¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda? ¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asombrado a la angustia,
al engaño,a lo verde?

No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror, al delirio.

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco, del olvido.

No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.
            Oliverio Girondo
No escribo yo…
el otro que hay en mí
pide aflorar constantemente.
Mas si me apresuro a volverme y mirarlo
él vuelve a escabullirse
al momento y al lugar en donde estaba antes
pues sin saberlo entorné la puerta
y lo dejé salir.
A veces un grito encendido lo llama;
comprende que lo necesito,
y yo también. Su tarea
será decirme quién soy bajo la máscara.
                             ray bradbury

El discípulo.

-¿Era hermoso Narciso? –dijo el remanso. 
-¿Quién había de saberlo mejor que tú? –respondieron las ninfas-. A nosotras siempre nos desdeñaba, pero a ti te cortejaba, y solía recostarse en tus orillas e inclinarse a mirarte, y en el espejo de tus aguas reflejaba gustoso su belleza. 
Y el remanso respondió: 
-Pero yo amaba a Narciso porque, cuando recostado en mis orillas se inclinaba a mirarme, en el espejo de sus ojos veía mi propia belleza reflejada. 
Oscar Wilde.

Un lugar donde vivir

 

El tiempo de la lectura es el tiempo intenso de la ‘kairós’ griega, con sus momentos irrepetibles y sus epifanías.

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“¿En qué libro te gustaría vivir?”, tal es la pregunta que, a través de Winston Manrique, este periódico ha hecho a un grupo de escritores durante la Feria de Libro de Madrid. Es una pregunta compleja, pues suele ocurrir que los libros que más nos gustan no sean demasiado aconsejables para vivir en ellos. Los dolorosos cuentos de Katherine Mansfield, las inquietantes parábolas de Franz Kafka, las oscuras historias de William Faulkner, son algunos de los textos indiscutibles de la literatura reciente y sin embargo ¿por qué habríamos de elegirlos para vivir en sus páginas si en ellos sólo hay tristeza, angustia y dolor? Augusto Monterroso recogió en su Antología del cuento triste una selección de los cuentos más tristes de la literatura occidental del pasado siglo. Y para justificarse escribió en su prólogo: “Si es verdad que un buen cuento se concentra toda la vida y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento triste”.
No hay un personaje femenino más cautivador que Fortunata, pero ¿querríamos enamorarnos como ella de un patán como Juan de Santa Cruz? Es imposible no adorar a Colometa, la protagonista de La plaza del diamante, pero su testimonio habla de un tiempo tan lleno de injusticias que nadie en sus cabales querría vivir en él para estar a su lado. En El esclavo, la novela de Singer, se nos cuenta una de las más bellas historias de amor que se han escrito nunca, sin embargo sus protagonistas, Wanda y Jacob, no hacen sino sufrir en un entorno dominado por la violencia social, las supersticiones y la rígidas reglas religiosas, y aunque envidiamos su pasión inagotable nos espanta la magnitud de su pena. La obra de Carson McCuller nos dice que no hay salvación en el amor; y es mejor no enamorarse de las leves y encantadoras muchachas de Scott Fitzgerald porque suelen terminar como esas mariposas que se queman las alas en los farolillos de las fiestas del verano. Y qué decir de Billy Bud, el marinero protagonista de la novela de Herman Melville, o de Catherine y Heathcliff, los amantes deCumbres borrascosas. ¿De verdad querríamos parecernos a ellos? Nos gustan las historias tristes, porque nos permiten conjurar nuestros propios temores y realizar a través suyo lo que tal vez en nuestra propia vida no nos atrevimos a hacer, pero algo muy distinto es querer que nos pasen a nosotros.
Charles Dickens escribió un cuento en que un fantasma elegía invariablemente para volver al mundo los lugares en los que fue desgraciado. Sus apariciones solían ser terroríficas, pues estaba cargado de antiguo odio, hasta que alguien sensato se lo recriminó. Su argumento no pudo ser ni más delicado ni más concluyente. “Puesto que puedes regresar de la muerte, ¿por que no lo haces a los lugares y a los instantes en que fuiste feliz, en vez de hacerlo a aquellos en que fuiste maltratado?”
Cuando leemos elegimos visitar ese bosque donde todo puede suceder
¿Por eso nos gustan los libros tristes: porque nos permiten volver a los lugares en que fuimos desgraciados? La desdicha es mucho más literaria que la felicidad. Basta recordar el famoso dictamen de Tolstoi, en el arranque de Anna Karénina: “Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”. No es cierto sin embargo que los libros hablen solo de esa desgracia que es vivir. Por ejemplo, Las Mil y una noches o las gozosas comedias de Shakespeare o de Lope de Vega no lo hacen. Es la ventaja de las comedias, donde nada es irreparable y hasta las mayores desgracias contienen el germen de nuevos e imprevistos comienzos.
Las mil y una noches es un libro lleno de historias oscuras y terribles, pero también de encuentros sorprendentes e inesperadas maravillas. Un libro en que los relatos se suceden sin solución de continuidad, y en que la desgracia que nos espera en uno de ellos a menudo se transforma en el umbral que nos lleva a la felicidad del siguiente. El lector pasa de unos a otros como esos peces que en los ríos van de los rápidos a los remansos, o de la fría profundidad de las grutas a la tibia superficie del agua. Es lo que nos pasa con el mundo de los libros, cada uno nos lleva a un lugar nuevo. Alistair Macleod lo hace a esos mares helados del Canadá donde un caballo o un perro pueden robarte el corazón; Flannery O’Connor a las calles donde deliran sus santos oscuros; Alice Munro, a ese mundo cotidiano donde un recuerdo inesperado puede iluminar o arruinar la vida; Truman Capote, a esos pisos solitarios donde la desgracia suele arruinar la vida de los que han recibido un don.
El mundo de la literatura se parece al bosque de Sueño de una noche de verano, la comedia de Shakespeare. Chesterton afirma que es la obra maestra del autor inglés, la más audaz y alegre, la más perturbadora y honda. En ella, dos parejas de jóvenes se esconden en el bosque para vivir sus amores. Es una noche de verano y el bosque se puebla de hadas y duendes que deciden jugar con ellos cuando se quedan dormidos. Un duende, Puck, pone en sus párpados el jugo de una flor mágica, que hace que se enamoren de la primera persona que ven al despertarse. Y el azar hace que se fijen en aquel o aquella que no les corresponde, dando lugar a todo tipo de malentendidos. La locura alcanza a la reina de las hadas, que se enamora de un cómico que lleva una cabeza de un burro. Pero todo se resuelve al final y cada uno encuentra la pareja que merece, y en el mundo vuelve a reinar la armonía de los amores correspondidos.
La obra de Shakespeare nos enseña que no debemos mantener separados el mundo real del de la fantasía. La realidad necesita de la fantasía para volverse deseable; la fantasía de lo real para poderse compartir con los demás. El bosque hechizado bien podría confundirse con el mundo de los libros. Cuando leemos elegimos visitar ese bosque donde todo puede suceder. En él nos esperan los senderos misteriosos, las llamadas del deseo, las metamorfosis, las sabias mentiras del amor. Esa vida dormida que hay en cada uno de nosotros y que solo el hechizo de la literatura, como la flor mágica del duende Puck, puede despertar. El tiempo de la lectura es el tiempo intenso de la kairósgriega, con sus momentos irrepetibles y sus epifanías.
La obra de Shakespeare nos enseña que no debemos mantener separados el mundo real del de la fantasía
Ingman Bergman hizo una divertida película inspirada en la comedia de Shakespeare. En ella, varias parejas se reúnen en una casa de campo, y bajo el embrujo de la noche intercambian sus palabras, sus anhelos y sus engaños. En una de las escenas, un personaje dice que el amor es un malabarista capaz de mantener tres pelotas en el aire. Una de esas pelotas es el cuerpo; otra, las palabras: y la tercera, el corazón. Al leer somos ese malabarista, y así nuestro cuerpo encendido por el deseo, las palabras que lo pueblan de sueños y el corazón que niega la muerte permanecen milagrosamente suspendidos en el aire mientras el libro está en nuestras manos. Y ese milagro nos llena de felicidad, aunque se trate de un libro lleno de desdichas.
Gustavo Martín Garzo es escritor.